“Armados
con la bandera del arco iris, símbolo de la diversidad humana, están
revolucionando uno de los legados más siniestros del pasado. Los muros de la
intolerancia están empezando a desmoronarse. Esta afirmación de la dignidad,
que nos dignifica todo, nace del coraje de ser diferente.”
Eduardo
Galeano
Era un sábado común y corriente, como cualquier otro. Esa
noche no iba a salir pero mis amigos insistieron, así que a las dos horas ya
estaba en el bar con trago en mano y actitud ganadora. Lo vi acercarse a hablar
a mi mejor amiga con alguna excusa, de esas que son tan trilladas que nos sacan
una sonrisa automáticamente porque no podemos pensar que se sigan usando.
Dos días más tarde tuvimos nuestra primera cita, en un
lugar que estaba bien por encima del presupuesto de los dos, pero había que
hacer valer la esperanza del amor, ¿no?. Se ve que la inversión valió la pena
porque un mes después estábamos conviviendo. Al año y medio nos comprometimos y
al poco tiempo nos casamos en Argentina.
Todavía recuerdo ese día como si fuera hoy: los nervios,
la ansiedad, nuestros trajes, el discurso increíble que nos hizo la Jueza de Paz
que nos casó, la ceremonia, la entrada a la fiesta, nuestra familia y amigos,
el baile eterno. Sin dudarlo es el día más feliz de mi vida.
Luego empezarían los viajes, las mudanzas, los nuevos
proyectos, la idea de formar una familia…Hasta ahí creo que no diferiría mucho de la historia de
mis papás, o de los tuyos. La única diferencia es que esta historia es de dos
hombres. De dos gays felizmente casados
bajo el amparo de la ley Argentina (y pronto por la Española), que tienen casi 8 años viviendo en Panamá.
Cuando uno comienza la odisea de salir del closet, uno
pasa desde el punto de la culpa exagerada (culpa con los
padres, con la familia y amigos, con Dios, culpa hasta con uno mismo), hasta el
otro extremo en que piensa que puede llevarse por delante la sociedad con una
coraza de hierro decorada de brillantina. Y por un tiempo pasa…hasta que
conocemos a esa persona especial que nos da vuelta los esquemas, y ahora hay
que empezar a luchar por dos.
Creo que no somos conscientes de lo que es el matrimonio
entre dos personas del mismo sexo hasta que el mundo heteronormativo nos va tirando
pautas de que no podemos disfrutar de nuestro amor como dos personas
"normales" (sinceramente no me gusta usar esa palabra, pero la empleo
sólo por fines didácticos).
Hoy por hoy Panamá (y varios países alrededor) se encuentra en una disyuntiva que va
agrietando las bases sociales del respeto y la tolerancia. La lucha entre la
iglesia, el Estado y la sociedad civil es un espiral sin fin donde sólo se
escuchan argumentos vacíos o con muy poco sustento. En el medio está la
comunidad LGBT+ y todas aquellas familias disfuncionales que no entran en la
definición tradicional de familia nuclear heteroparental.
Como activista que me considero es mi deber mostrar algunos de los hechos
cotidianos a los que nos enfrentarnos cada día. Hechos que tenemos que
aceptar como válidos porque nuestros derechos no son respetados completamente. Hechos que justifican para qué marchamos:
- Luego de nuestra luna de miel, al volver a casa, en Tocumen nos dicen que tenemos que llenar dos declaraciones de aduana. Acaso la persona que va a mí lado no forma parte de los "familiares que viajan con usted"? Parece que no...así que debo poner un gran "cero" en esa casilla;
- Si mi marido se enfermara o sufriera un accidente, no podría acompañarlo en una primera instancia a una clínica pública (incluso algunas privadas) porque tampoco es parte de mi familia, a pesar de que sepa su tipo de sangre, sus alergias y sea lo único que precisa al lado para sanarse más rápido;
- Llega marzo y como todo contribuyente debería hacer mí declaración de renta, pero es otro año más que vamos a tener que pagar un poco más que las parejas hetero, porque para el Código Fiscal mi marido no aplica como cónyuge;
- Otro punto que me encanta es la cara de los corredores de seguros médicos o de vida. Cuando uno le dice que su pareja (casado o no) es un hombre, automáticamente sabemos que nunca recibiremos la póliza o que tendrá un plus adicional por la gran "X" que nos ponen en "posibilidad de enfermedades infectocontagiosas";
- Y acaso, ¿es necesario resaltar el ejemplo de tener que solicitar una hipoteca? creo que a muchos de los que leen esto les pasó. Nuestra pareja, a pesar de que esté sentada al frente del oficial de cumplimiento es como que esté portando una capa de invisibilidad. La única forma es tener que gastar más de mil dólares para abrir una sociedad, esperar dos años y aplicar con "mi socio" para poder tener un techo propio donde vivir;
- La falta de apoyo en muchas de las empresas, donde los empleados LGBT+ ven truncadas sus carreras por su condición sexual, son discriminados sin poder desarrollar su potencial, o no pueden hacer uso de licencias básicas como casamiento, parental o enfermedad. ¿Por qué deberían usar sus vacaciones si deciden ir a casarse a Colombia o México, cuando podrían usar su licencia de días por casamiento?
- Las personas trans son otro caso que precisa atención. La falta de soporte por parte del Estado y de la mayoría de empresas privadas, hace casi imposible que consigan un trabajo digno que los apoye, o que consigan los medicamentos o asistencia profesional que necesitan para su proceso de realización integral;
- La imposibilidad de hablar de adopción. Habiendo tantos chicos necesitados de afecto, ¿por qué negarles la posibilidad de tener una familia con dos papás o dos mamás, y dejarlos abandonados a la suerte del sistema hasta que cumplan 18 años?
- El último ejemplo es algo más personal... hemos estado viendo la posibilidad de adoptar o realizar un proceso de de subrogación fuera del país. Una de las complicaciones principales no es el dinero o encontrar un lugar donde hacerlo, sino las trabas legales de entrar a un país que no acepte el matrimonio o la adopción con nuestr@ hij@ recién nacido.
Estos son sólo algunas de las situaciones que nos duelen,
más allá de las típicas situaciones diarias a las que como comunidad nos hemos
acostumbrado: reprimir nuestro amor, no poder ir de la mano por la calle, dar
explicaciones ridículas si llevamos un anillo de compromiso, aceptar frases
como "pero no pareces gay" o las caras de la gente cuando se enteran
de que sí lo somos...
Como comunidad ya hemos alcanzado nuestro estado de
conciencia social, y hemos avanzado en la unión de nuestros ideales. Lo que
buscamos apoyando el matrimonio igualitario no es destruir bases sociales.
Sino al contrario, apoyar su solidificación, porque un país no puede ser patria
si una parte de su población queda excluida de la visión del mismo.
El lema de Panamá desde sus inicios es "pro mundi
beneficio". La legislación del matrimonio igualitario es parte de esta
visión, de acuerdo a lo reglado por la
Corte Internacional de Derechos Humanos, por lo que el país, si aún se
siente fiel a sus valores originarios, no puede darle la espalda a
nuestra comunidad LGBT+.
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